El Sombreron
Se trata de un personaje que vivió en épocas pretéritas en diferentes
pueblos del Huila. Era un enigmático hombre que vestía de negro y se ponía un
gran sombrero del mismo color, montaba un brioso caballo también negro que se
confundía con la noche, no hablaba con nadie y a nadie le hacía daño; aparecía
y desaparecía como por encanto.
Físicamente se le describe como un hombre maduro, con un sombrero grande, bien vestido, de rostro sombrío y en actitud de observación permanente. Se trata de un personaje que vivió en épocas pretéritas en diferentes pueblos del Huila.
Físicamente se le describe como un hombre maduro, con un sombrero grande, bien vestido, de rostro sombrío y en actitud de observación permanente. Se trata de un personaje que vivió en épocas pretéritas en diferentes pueblos del Huila.
Era un enigmático hombre que vestía de negro y se ponía un gran sombrero
del mismo color, montaba un brioso caballo también negro que se confundía con
la noche, no hablaba con nadie y a nadie le hacía daño; aparecía y desaparecía
como por encanto.
Físicamente se le describe como un hombre maduro, con un sombrero grande, bien vestido, de rostro sombrío y en actitud de observación permanente.
Físicamente se le describe como un hombre maduro, con un sombrero grande, bien vestido, de rostro sombrío y en actitud de observación permanente.
Es el fantasma en pena de alguien que en vida
jamás tuvo definiciones. Alto, todo vestido de negro, entra en los pueblos, da
rodeos en el alba y envuelto en el silencio se retira con el rostro encendido
por el ala siniestra de la bruma.
Vagabundo
de los esteros bajo la luz de la luna, el Sombrerón alguna vez estuvo enamorado
y quiso viajar a países de viento y estrella dorada y lo atrajo el mundo y su
incesante círculo de fuego y ceniza. Pero, cómplice de la amapola y los
pantanos, se detuvo siempre en los umbrales indeciso como el murciélago ante la
luz. Ahora, cubierto por el sombrero y la ruana, todo se le oculta y perros
feroces lo siguen con grandes cadenas en la calígine de los abismos.
Si,
caballero de los chamones y los horizontes lívidos, el sombrerón se aleja entre
los charcos. Sabe que jamás poseerá el secreto de las crisálidas. Desprovisto
de deseos y con la mirada extraviada, se adentra en el paisaje del crepúsculo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario